Hay poetas sin los que el mundo sería más pequeño y más triste. Eugénio de Andrade es uno de ellos. Nacido muy cerca de la frontera española, tuvo una niñez casi bilingüe ya que una de sus abuelas era española lo que acabaría por convertirle en un buen conocedor de nuestra literatura. Considerado como uno de los más grandes poetas en lengua portuguesa vivió la mayor parte de su vida en Oporto. Amante de la soledad y el silencio, con obstinado rigor, se mantuvo alejado de grupos y escuelas, sin mostrar interés por ninguna forma de poder, aunque su obra ya se había hecho universal, traduciéndose a múltiples idiomas. Este Umbral de pájaros, que por primera vez se publica completo en castellano, es uno de sus libros más intensos, compuesto casi en paralelo a la “revolución de los claveles”. Aquí, el poeta que cantaba los dones del cuerpo, la luz del sur, el brillo de la cal, las cosas en su esencialidad más absoluta; se nos muestra ahora áspero, casi violento, colocándonos ante lo perecedero del mundo, la corrosión y la ruina del tiempo. Libro de una rara modernidad, con un erotismo a flor de piel, que indaga en lo incompleto de la condición humana pero sin renunciar nunca a la captación de la belleza y el esplendor de cuanto le rodea. Todo barrido por una áspera dulzura que penetra hasta la médula del ser y nos lleva ante un umbral desconocido, un umbral para entrar en la materia de las aves, al oscuro dominio donde está al origen de las fuentes, y volver a nacer.
Éste Umbral de pájaros, que por primera vez aparece ahora completo en castellano, deviene un libro extraño dentro de la obra del poeta portugués pese a ocupar un lugar central dentro de su trayectoria poética. Libro extraño y difícil, el más alejado de aquella blancura que caracterizaba al autor de Blanco en lo blanco. Un texto de áspera belleza que se mantiene en los límites, entre los desechos del mundo, entre las ruinas. En el que el escritor nos enfrenta a los residuos de la civilización sin obviar los excrementos, llegando a comparar el lenguaje con la mierda – “frases semejantes al estiércol” –. Sí, resulta extraño toparnos aquí con estas palabras pronunciadas por Andrade, el poeta exquisito, el poeta de la luz, pero es que ahora nos enfrentamos ante un mundo en constante descomposición, un mundo que también forma parte del eterno ciclo de la naturaleza, donde los excrementos aparecen mezclados con el cristal, con el brillo deslumbrante de las cosas.