Participan: Consuelo Marco Martínez y Lidia López Miguel
Biografía del autor José Manuel Lucía Megías nació en Ibiza, aunque su vida ha estado ligada a Madrid, a Segovia, a Badajoz. En el año 2000 se publicó su primer poemario: Libro de horas, al que le han seguido Prometeo condenado (Madrid, 2004), Acróstico (Madrid, 2005), Canciones y otros vasos de whisky (Madrid, 2006), Cuaderno de bitácora (Madrid, 2007), Trento (o el triunfo de la espera) (Bari, 2009), Tríptico (Madrid, 2009), Y se llamaban Mahmud y Ayaz (Madrid, 2012, 3ª ed. 2013), Los últimos días de Trotski (Madrid, 2015), Versos que un día escribí desnudo (Madrid, 2018, 2ª ed. 2020) y Aquí y ahora (Madrid, 2020). En el año 2017 ha reunido toda su poesía en El único silencio (1998-2017) (Madrid) y al año siguiente se publicó Yo sé quien soy. Inventario de una noche, una antología preparada por Pablo M. Moro.
Varios de los poemas escénicos de Tríptico han sido puestos en escena por el grupo de teatro Aldaba, en el espectáculo teatral Del amor y sus demonios, estrenado en el Teatro Municipal de Tres Cantos el 7 de marzo de 2009. Por su parte, Y se llamaban Mahmud y Ayaz ha sido llevado al teatro por Carlos Giménez con el título Voces en el silencio. En Lastura ha publicado en la primavera de 2021 su libro de prosas poéticas bilingüe: Diario de un viaje a la tierra del dragón.
Ha participado en varios recitales poéticos en Brasil, Argentina, Colombia, Francia, Italia, Uruguay y España. Es director de la Plataforma literaria «Escritores Complutenses 2.0» y de la Semana Complutense de las Letras (desde el 2009 al 2017).
Es catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, Académico de la Academia Española de Artes Escénicas y codirector del grupo de investigación UCM “Poéticas de la Modernidad”.
Reseña del libro: “Diario de un viaje a la tierra del dragón” es un libro de prosas líricas mediante las que José Manuel Lucía nos lleva de la mano al pasado milenario y al presente del gigante rojo a través de una personal y poética mirada hacia la realidad que observa. Lejos de ser un libro de viajes, José Manuel no se desprende del yo, y en esa experiencia de la aventura que supone adentrarse en lo desconocido, no solo nos muestra lo que ven sus ojos sino la experiencia propia con la que decodifica todas las sensaciones que es capaz de recoger ante la magnitud. Por eso el amor, la añoranza, la duda crítica y cierta frustración son ingredientes principales en esta travesía.
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¿QUÉ FIGURAS dibujan las cometas de Tian’anmen? El aire infantil ha llenado de colores el cielo de Pekín, este cielo que es una sábana blanca colgada desde el amanecer. Detrás, el Mausoleo de Mao con sus desfiles petrificados. De frente, un retrato inmaculado que parece presidir la plaza como la naturaleza muerta de tantos salones burgueses. Los flashes de las cámaras iluminan la sonrisa de Mao, la sonrisa de quien observa, sin saberlo, su propia tumba, sonrisa que se confunde con quien conserva en su retina el segundo de felicidad del fugaz parpadeo fotográfico.
¿Qué figuras dibujan las cometas de Tian’anmen? En su vuelo tenso creo descubrir un saludo, un abrazo por encima de la Asamblea Nacional de los Pueblos. ¿O es tal vez la bofetada de quien se atreve a mirar al cielo? Los militares de la Plaza de Tian’anmen nunca sonríen; caminan, permanecen quietos como estatuas; pero nunca sonríen. En ocasiones se entretienen siguiendo de cerca a un anciano que recorre la plaza mientras van dejando un reguero de lágrimas y de pisadas. Les está prohibido la sonrisa a los militares de la Plaza de Tian’anmen: una simple cuestión de marca de fábrica.
Y las cometas de Tian’anmen descubren nuevas posturas del tormento de los hilos y de las manos que intentan dominarlos; la Plaza de Tian’anmen, esta plaza inmensa como un suspiro de amor, todas las tardes se llena de colores, de hojas luminosas de otoño, de aves que se han escapado de la cárcel del paraíso, de dragones que van a todas horas escupiendo buena fortuna, de figuras que se olvidan en un instante de la geometría, de árboles, de hojas iluminadas en los claros del bosque.
La Plaza de Tian’anmen es un milagro en el cielo de Pekín, un milagro que te rompe el cuello dejándote con la boca abierta. Espectáculo de color que corta un cielo de sábanas blancas; espectáculo sobre el telón de fondo de los flashes fotográficos… espectáculo que se acaba bruscamente como un estornudo.